El simbolismo del lobo entraña dos aspectos: uno feroz y maléfico y otro benéfico. Es símbolo de la luz entre nórdicos y griegos, porque es capaz de ver en medio de la noche.
En China se conocía un lobo celeste, la estrella Sirius, que es el guardián del palacio celestial, la Osa Mayor. El carácter polar se encuentra en la atribución del lobo al norte. En ciertas regiones del Japón lo invocan como protector contra los demás animales salvajes. Evoca una idea de fuerza mal contenida, gastándose con furor pero sin discernimiento.
Es un obstáculo en la ruta del peregrino árabe, y en el Dante toma las dimensiones de la Bestia del Apocalipsis.
La iconografía hindú lo ve como animal de mal augurio.
La voracidad del animal se expresa por la relación del lobo con el pecado y de la loba con el deseo sensual..
En la Grecia antigua es una de las formas dadas a Zeus Lykaios.
En la mitología escandinava, la boca del lobo es un símbolo de reintegración cíclica, es la noche, la caverna de los infiernos, la fase del pralaya cósmico.
' Su fuerza y ardor en el combate hacen del lobo una alegoría guerrera para numerosos pueblos.
Al lobo azul celeste, creador de las dinastías mongolas y chinas, se opone la loba de Rómulo y Remo, terrena y ctónica, asociada a la idea de fecundidad.
El lobo desempeña también el papel de psicopompo. En cuanto divinidad infernal existe ya en la mitología grecolatina : es nodriza de Aqueronte; de un manto de piel de lobo se reviste Hades; las orejas del dios de la muerte de los etruscos son de lobo.
En la tradición nórdica, los lobos simbolizan la muerte cósmica: son devoradores de astros, lo cual evoca el jaguar ctónico de los centroamericanos. El lobo Fenrir es uno de los enemigos más implacables de los dioses.
Entre los egipcios, Anubis, el gran sacerdote que oficia los ritos funerarios, es llamado Impu, el que tiene forma de perro salvaje.
En la imaginería centroeuropea de la Edad Media, es la forma que revisten más frecuentemente los brujos para las reuniones de Sabbat. En España es la montura del brujo. La creencia en los licántropos está atestiguada desde la antigüedad; Virgilio ya lo menciona. Es uno de los aspectos que revisten los espíritus de los bosques.
Es esencialmente el que lleva a la boca de los infiernos, que se abre de par en par en el horizonte de la tierra.